Los últimos años han sido inigualables para el crecimiento económico
argentino, haber crecido a un ritmo promedio de 7,5% durante 8 años no tiene
equivalente en la historia económica del país.
Sin embargo, no todo es color de rosa, Argentina todavía
está lejos de haber consolidado una estructura productiva que empuje el
crecimiento sostenido durante un largo período. El crecimiento durante estos
años se ha debido principalmente a la utilización de la capacidad ociosa y a la
expansión de la industria que abastece al mercado interno, gran parte de ésta
promovida por una política de sustitución forzada de importaciones.
Este detalle no es menor, ya que el gran flagelo que ha
derribado muchos intentos de establecer un parque industrial genuino y que
empuje el crecimiento económico nacional, se vió fracasado por el cuello de
botella que se genera en las cuentas externas (las importaciones crecen y las
exportaciones no suelen acompañar). El crecimiento del PBI va demandando mayor
cantidad de insumos importados, bienes de capital importados, energía
importada, etc., esto, y sin haberse producido una reestructuración del sistema
productivo, lleva en sí mismo a la constitución del cuello de botella antes
señalado.
La solución a este dilema es ir regulando el crecimiento y
promover la inversión en aquellos sectores generadores de insumos para la
industria manufacturera, pero además, es necesario que el ritmo de crecimiento
sea el adecuado, la reestructuración del sistema productivo no se puede dar de
la noche a la mañana. Las inversiones necesarias son importantes pero además,
el cortoplacismo con el cual se suele invertir en Argentina exige que el Estado
esté presente en ese camino necesario que debe transitar la economía argentina.
El camino de la sustitución de importaciones y el de la
generación de industrias exportadoras requiere de una presencia importante del
Estado, de la audacia de la clase empresaria y de la conjunción de objetivos entre
los distintos sectores que forman parte del conglomerado productivo
(empresarios, trabajadores y Estado).
Lamentablemente no se ve muy claro que el crecimiento de
estos últimos años haya ido en ese camino. El incremento de las exportaciones
fue importante, pero fue liderado por el sector agrícola y algunas industrias
de origen agropecuario, un problema de este sector a la hora de planificar su
expansión, es que es de naturaleza inelástica, es de mano de obra extensiva y
además los precios son inestables (commodities). Las MOI crecieron también,
pero en Argentina son básicamente industrias que demandan insumos importados (las
terminales automotrices se abastecen en un 70% de insumos importados) y que sin
haberse producido una conversión estructural, juegan en contra de la
sustentabilidad del programa económico de crecimiento.
A nivel mundial y de forma histórica, los casos más
paradigmáticos y hacia los cuales todos queremos ir, son el de Corea del Sur y
el de Japón. Estos dos países han sido claros ejemplos de economías
absolutamente limitadas que han vivido un auge expansivo en su PBI durante
muchos años, auge sostenido por un desarrollo industrial implacable y que hoy
les permite ser líderes en infinidad de rubros a nivel mundial. Empresas como
Toyota, Nissan, Sony, Samsung, LG, Hyundai, Daewoo, etc., han copado la
realidad diaria de los habitantes de todo el mundo, son marcas que están en
todos los productos tecnológicos que una persona pueda poseer. Automóviles,
televisores, computadoras, microprocesadores, todos estos son algunos de los
productos que estos países asiáticos proveen al mercado mundial.
Nadie discute que el bienestar de la población depende de la
consolidación de una matriz productiva que requiera mano de obra suficiente
para bajar la tasa de desocupación a niveles socialmente aceptables (ver
gráfico de la evolución de la tasa de desempleo en Argentina). Este tipo de
industrias además de mostrar gran elasticidad (es decir, capacidad de que la
demanda crezca a ritmos mayores ante una variación del PBI, en comparación a la
demanda de bienes de origen primario, que crece muy lentamente), es un sector
de mano de obra intensiva (emplea más personas por unidad monetaria producida).
Ahora, la pregunta que nos hacíamos al principio, ¿Argentina
va a llegar algún día a constituirse en un exportador de bienes
industrializados de alto valor agregado?. El proceso de conversión industrial
es lento y requiere de un gran plan, precisa de un Estado preparado para el
desafío pero además de un conjunto de empresas deseosas de afrontar el
compromiso de avanzar hacia un mundo complicado y altamente competitivo (la
crisis actual, como novedad, muestra señales de proteccionismo en casi todos
los países para la comercialización de bienes industrializados). Probablemente el
día que veamos autos exportados con componentes nacionales mayores al 50% de su
valor nunca llegue, pero Argentina tiene
la capacidad para hacerse fuerte en otros sectores de la industria para la cual
tiene ventaja competitiva, estos sectores necesitan de actores que estimulen su
crecimiento y promuevan la investigación y el desarrollo de nuevas tecnologías.
Ese momento aún no llegó y si no reencauzamos el rumbo, probablemente tarde
mucho más de lo deseable.
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