martes, 2 de diciembre de 2008

En Argentina, ¿para qué nos puede servir “La Crisis”?

por Pablo Favilla


Como todos sabemos, a escala mundial, estamos sumergidos en un clima dinámico, alterado, ¿complicado?, diferente, y Argentina no está exenta, por eso quería dedicar estas líneas a un análisis situacional y… ¿por qué no racional? (sobre todo teniendo en cuenta el desborde demencial al que nos vemos sometidos).


Argentina, como se sabe, lleva ya 5 años de crecimiento ininterrumpido, a escalas fabulosas, a niveles asombrosos, y además estables, evidentemente el proceso que acaeció luego de la crisis del 2001 fue de alguna manera espectacular, distinto, nos enseñó y nos educó de una manera conmovedora, nos sacó de esa telaraña asquerosa que representaba ese neo-liberalismo atroz, pergeñado únicamente para que unos pocos se adueñen de todo lo producido por la población. En definitiva, el cambio más allá de haber sido eficaz, fue de alguna manera liberalizador, nos enseñó de que de una forma u otra el destino lo seguimos definiendo nosotros, el conjunto de la sociedad, con la participación activa del Estado, sumamente necesario a la hora de definir el rumbo estratégico de una Nación.


Este ¿nuevo? rol del Estado despertó una catarata de críticas, salieron a relucirse personajes que estaban en el ostracismo, se sintieron tocados muchos intereses, se vieron sucumbidos innumerables factores de poder que en antaño supieron ejercerlo con suficiencia. Indudablemente este cambio “rotundo” del rol del Estado hizo que el avispero se viera revuelto, “pateado”, ayudados por la ineficiencia de un Gobierno sumamente adolescente, precoz y menospreciador, por todo esto, hoy vemos que personajes de lastimosa calaña salen a decirnos que es lo que se hace mal, que es lo que se viene, que es lo que “molesta” al individuo económico. ¡Pero qué barbaridad!


Este clima sumamente complicado, álgido, molesta, irrita, y hace a la gente vulnerable, hoy ningún trabajador retruca a su empleador bajo circunstancia alguna, el clima aterrador que instalaron algunos sectores de la sociedad es indudablemente influyente en la conciencia colectiva del trabajador común, que tiene una experiencia cruel, la cual se la dio la historia Argentina de los últimos 20-25 años.


Hoy estamos viendo a empresarios atajarse de proyecciones de mercadeo absolutamente subjetivizadas, totalmente discrecionales, son proyecciones que atentan contra la estabilidad laboral, pero nadie es capaz de plantearse las siguientes cuestiones: ¿será esto cierto?, ¿estará sucediendo?, ¿qué datos son los que evidencian estas “soluciones”?, ¿quiénes, mayormente, deben llevar a cuesta la mochila?, ¿los culpables, en definitiva, son los trabajadores o quienes se enriquecieron a costilla de ellos?, ¿qué sucedería si hoy decimos, “Empresarios, congelen el crecimiento de sus ganancias que ya de por sí son fabulosas”?... Inimaginable.


Argentina, en este sendero de crecimiento no verificó una alteración sustancial en la composición de su producción, esta siguió siendo netamente primaria y con algunos grados de desarrollo en industria pesada pero de escaso contenido nacional y de pequeño aporte al universo laboral. La pequeña y mediana industria, junto a la pequeña y mediana empresa de servicios, siguieron teniendo serias dificultades, inconvenientes que atentaron contra innumerables proyectos que las mismas tenían en cartera, los cuales eran, sin lugar a dudas, alentados por una dinámica económica sin precedentes, de la cual nadie quería dejar de prenderse, aunque sea como furgón de cola.


Esta escasa visión, o esta inexplicable ceguera por parte de la dirigencia del momento, hoy está provocando que los efectos de la crisis caigan en mayor medida sobre la masa de asalariados, los cuales en ningún momento encontraron un grado de contención estatal que modifique el regresivo desarrollo productivo. En Argentina no existe un esquema de contención social que mitigue estos vaivenes que presenta cualquier economía capitalista, los cuales se pronuncian con vehemencia en épocas de crisis y con mayor agudeza si nos paramos en un país absolutamente periférico del poder económico mundial vigente hoy en día.


Esta dirigencia empobrecida, intelectualmente hablando, y por sobre todas las cosas falta de prestaciones técnicas y de liderazgo, sumada a una burguesía ya acostumbrada a dejar la mochila en casa y retirarse cuando el mercado apremia, habiendo ya retirado los réditos que en épocas de bonanza fueron creados, son indudablemente los verdaderos culpables de toda una estrategia caduca, burda y antisocial (¿inhumana?) a la cual nos someten a diario, de la cual solamente podemos quejarnos por lo bajo sin repercutir en las esferas del poder central y hegemónico.


Hoy podemos decir con absoluta razón y ya sin miedo, que esto así debe reformularse, no es posible que una sociedad tolere un grado tan asqueroso de desigualdad, de mentiras, de absoluta crudeza humana. Un país en dónde los niveles de ingresos entre los que más tienen y los que menos, pasó en no más de 30 años, de 35 veces a ¡75!, número que a simple vista da repugnancia y atenta contra todo tipo de construcción social posible, si a esto le sumamos una pobreza que bordea el 40%, salarios reales cada vez más bajos, accesos a la salud y educación irrisorios, caducos, burdos, una red de contención social inexistente, la seguridad social que es chistosa, y todo un entramado que va configurando una comunidad evidentemente retrógrada y primitiva, digna de etapas feudales de la historia, si sumamos todo esto, sin dudas, algo debemos tener mal para que no creamos en una salida alternativa a esta miserable manera de entender la sociedad, de entender un país.


La salida puede o no ser sistémica, bajo el lema de “un nuevo sistema”, o no, pero sin lugar a dudas esto nos deja como enseñanza que el lavado de cara debe llegar, sea o no bajo el paradigma actual, rediseñando, en todo caso, algunas cuestiones evidentemente dañinas de toda paz social posible, y netamente regresivas, que obstaculizan todo desarrollo sustentable y permanente en el tiempo.


Creo que es una etapa muy adecuada para plantearse serias reformulaciones a algunos postulados, de los cuales fuimos rehenes y de los que debemos ser libres, rebatirlos, dejarlos de lado. El camino es la lucha intelectual, reforzar y establecer como ejes de vanguardia económico-social nuevos paradigmas y elementos que sean adecuados a los nuevos desafíos sociales y culturales, que vayan atados de la mano a un conjunto de necesidades inherentes al ser humano, necesidades que deben ser consideradas impostergables cuando se traten de cuestiones de extrema atención y cuidado, como la salud, la educación, la comida, la vivienda y el trabajo, hoy esto no es así.

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